Ahogo

guindas (6)

Llegando de la alegre, colorida y bien dotada feria (lo que en Venezuela llamaríamos mercado popular), con un calor que va mostrando lo que será el verano santiaguino, recuerdo mi reciente viaje al caribeño país del que regresé hace escasos cuatro días. Es difícil no hacer comparaciones. También es difícil describir el estado de las cosas allá. Mis pensamientos muestran exacerbación si permito cualquier tipo de análisis, porque hay que profundizar demasiado en detalles cuyas verdaderas raíces simplemente desconozco, y una reflexión lógica sin los necesarios datos me lleva a conclusiones que alteran mi emoción. Aparecen entonces palabras como insólito, desvergonzado, inaceptable, increíble, el colmo.

Aun así, de mi viaje lo que ha quedado más firme en la memoria es el amor de mi familia, la generosidad y espontaneidad de los saludos de cada venezolano dentro de cualquier ascensor, la complicidad constante en la cola para comprar algún producto, en la que te comunicas sin trabas con la persona que tienes al lado. Casi haces amigos en cualquier esquina. En Venezuela, el amor estaba a mi alrededor y dentro de mí, y lo podía reconocer en casi todo instante. A veces no, también viví fuertes acontecimientos emocionales debido a mi ego y olvidaba el amor.

Es cierto que todos somos distintos y únicos, pero respecto a los pueblos hay un hilo conductor, y respecto a la humanidad hay otro, y respecto a los seres, otro, el más universal.

Un gato reconoce el amor, ¿y una hormiga? No sé. Lo que sí sé es que una hormiga es consciente de su entorno y de manera programada protege su entidad. Se podría decir que la conciencia es el hilo conductor de todos los seres.

En la feria había nuevas frutas, las del verano, tales como, entre tantas, las guindas. Pedí un kilo y me dejé una para probarla. Exquisita sí, pero me atraganté con un trocito de su piel. El ahogo más fuerte que he experimentado en toda mi vida. Largos minutos de aire tratando de entrar, ganas de toser, asfixia, al mismo tiempo que era perfectamente consciente de todo lo que sucedía a mi alrededor. Conciencia, perfectamente permanente. Y ante esta conciencia, la feria, el calor, los recuerdos de Venezuela, la ansiedad por respirar, el alivio de volver a hacerlo, las papas, que faltan cebollas, que qué prepararemos mañana para el almuerzo con mis hijos, todo, todo, pasa. Hasta el éxtasis pasa, el amor pasa, la fe, las ideas, todo pasa. Todo lo que empieza en algún momento se termina.

La conciencia sin embargo permanece, plena. Permanece en mí, y como sí mismo.

Nunca he muerto, aunque tampoco he nacido. Como he dicho y escrito antes, es algo que no recuerdo, no hay ninguna experiencia que pueda rememorar y que me confirme haber nacido. Solo puedo confirmar en cada instante que soy consciente. Es lo más profundo, la raíz innegable, una base constatable.

El ahogo asoma la inminencia de la muerte, ¡con qué facilidad podría desaparecer este mundo ante mi conciencia! Mas en ningún instante puedo aseverar que la muerte acabe con la conciencia. Muere el mundo cada noche, y surge uno nuevo en mis sueños, desapareciendo ambos en el sueño profundo. La conciencia permanece. Yo permanezco.

En esta conciencia, como luz omniabarcante, como destello cegador, ocurre la atención cual un foco que selecciona impresiones permitiendo el contraste, el conocimiento, el ver, la experiencia. Por ejemplo, respirar cuando uno se está ahogando. Sí, están los mercaderes, las frutas, el calor, los recuerdos, pero la atención queda completamente atraída por la necesidad de respirar. No hay espacio ni tiempo para dedicarla a ninguna otra cosa…

Así entiendo (parcialmente) este tránsito por la vida. Los hechos ocurren y la atención los destaca. Como en un enorme anfiteatro, vamos viendo todos los actos por partes, olvidando el anfiteatro mismo. Con la memoria armamos un collar de recuerdos que dan sentido a nuestra identidad, pasando a ser un personaje dentro de todo el acontecer consciente. Olvidamos ese fondo permanente que cada ser es, en esencia, y nos afirmamos en el ego programa que dirige la manera de experimentar de cada uno.

Pero, cuando se experimenta el ahogo, el ego desaparece, no hay espacio en la atención para el ego, y solo opera el programa de supervivencia del cuerpo.

Da para seguir escribiendo pero lo dejo hasta aquí, y si alguien tiene alguna pregunta podría servir para extender o elaborar más.

Maria Luisa

Plenitud en la inocencia

Inocencia como el recién nacido

Como el capullo de flor que apenas despunta

Tintineo de júbilo, vida plena

No sé bien quién soy y no importa

Las palabras bullen por salir para expresarme

No se coordinan, mejor la risa.

Hay otro allá, se ve afligido

Todo está bien, perfectamente, le digo.

Llamo a la enfermera y viene sonreída

No sé qué ve en mi rostro

Le digo algo, no sé, muchas cosas, lentamente

Deben…. Saber…. Que todo…. Está bien.

No se cesa de ser… hay continuidad… fluye, es luz, es rico, amoroso.

Ideas atragantadas, algunas facultades aún dormidas

La Conciencia Esencial siempre está despierta.

La enfermera me escucha cerquita con paciencia y sonríe, ¿estará acostumbrada a estas expresiones de quienes salen de una larga anestesia?

Como estoy tannn relajada y mi mente calculadora no está muy activa, entonces hay espacio liberado para algo muy agradable. Muuucho amor. Un amor expansivo y total. Amo a la señora que comparte mi habitación, y a los enfermeros, médicos, las personas comunes.

Drogada de empatía.

Alucinas, me dicen mis hermanas por WhatsApp.

Bueno… si alucinamos amaremos las alucinaciones.

ojos ML tras anestesia sep2017

(Nota: por si se preguntan, sí, me operaron hace una semana. Nada grave y ya salí de eso.)

Despertar de una anestesia ha sido para mí siempre algo tan interesante como para prestarle atención. Ya por experiencia, en esta oportunidad asumía que de estar en el quirófano estaría de pronto y sin aviso en la sala de recuperación, sin poder tener alguna referencia de lo ocurrido durante las 3 o 4 horas que duraría la intervención. Sería saber de lo último que diría el anestesista y enseguida saber algo más… Cierras los ojos… abres los ojos, sin tiempo de por medio. Por lo que el anestesista me había avisado, este algo más que seguiría podría ser desagradable, frío, náuseas, y qué se yo cuántas otras opciones indeseables.

En la camilla del quirófano, con los médicos preparándose para asumir toda la responsabilidad de una vida que quedará colgando de un hilo, es como estar frente a una piscina y suponer que echarte al agua significa sentir cosas desagradables pero que no hay otra elección más que echarse al agua. Asumida, entregada, el químico va penetrando por las venas y en cuestión de segundos estás abriendo los ojos en otra camilla, en otro espacio, otras condiciones.

Abrí los ojos como si naciera de nuevo, aunque sabiendo que nunca podría haber dejado de ser, ninguna muerte, ningún nacimiento, pero como naciendo… saliendo de un silencio eterno al movimiento que poco a poco se va desplegando ante los sentidos aún adormecidos, pero totalmente despierta, tanto como en el instante previo estaba despierta en el quirófano.

Fue grato, muy grato, con una inundación de alegría deliciosa. Ningún frío, ningunas náuseas, ningún dolor… estaba de fiesta. Y me imagino que los queridos doctores estaban celebrando también… un éxito más.

Con ustedes quiero compartir nuevamente este sabor a eternidad… Aligera los oídos, escucha desde la esencia y sabe que nada, jamás, te puede dañar.

En lo que a mí respecta, la anestesia no lleva a un estado, del mismo modo que el sueño profundo tampoco. Podría decir que, desde el punto de vista esencial, estos estados no existen.

Es el inmenso misterio…

donde el universo se ha formado siguiendo una línea de tiempo sin mi conocimiento…

donde parece que acontecen situaciones de las cuales no hay ningún registro…

Lo que se hace curioso para mí es que, aunque esto así sea, hay una convicción aún más poderosa que el hecho de que el universo, el mundo y las cosas existan, y es que Yo Soy antes que todas ellas, y ninguna cosa puede ser sin Mi. No lo puedo explicar, y realmente no me importa si logro o no hacerlo. El creyente diría: son cosas de Dios, déjale a Él la solución de estas cosas inexplicables. El problema con que me encuentro respecto a esto es que, en lo que al tema de la existencia respecta,  en mí no hay creencias y sólo me baso en convicciones.

La única respuesta plausible es

que en el insondable e infinito mar de Conciencia

las posibilidades y alternativas se ordenan

de modos que pueden ser congruentes

gracias al mecanismo inteligente llamado mente,

este programa funcional de la Conciencia

que ordena y organiza la posible información

de modo que existir en el tiempo y el espacio

tenga sentido para la identidad.

Sin embargo, a pesar de esto, de cómo se organiza la mente para dar sentido a la identidad, mi certeza, mi comprensión, (y aunque diga mío no me refiero a una identidad separada), me muestra que la plenitud no necesita dudas, ni preguntas, ni inquisiciones.

Esta desnuda plenitud se muestra a Sí mismo cuando está libre de ideas previas y libre de la identificación.

Por tanto, darle sentido a la existencia temporal lleva consigo un grueso pago: el olvido de la plenitud inherente. Es por ello que recorriendo este espacio en el mundo y durante este tiempo de vida, estando identificados con el cuerpo, la mente y las emociones, confundidos, nos la pasamos buscando el placer que se parece a la felicidad, y escapando del sufrimiento que parece apuntar a su ausencia. La búsqueda de la felicidad o la plenitud no tiene sentido, porque esta se muestra justamente cuando se deja de buscar, cuando cesa la exigencia personal, individual y separada.

La plenitud se muestra en muchas instancias, de modo fugaz, y casi siempre se nos escapa, no la reconocemos. Cada vez que conseguimos algo que deseábamos, la felicidad o plenitud se mostró por un instante, no por el hecho de haber adquirido o ganado algo, sino exactamente por lo contrario, porque nos hemos despojado del apremio por conseguirlo. Se muestra por ejemplo en los instantes en que el amante se encuentra con el amado, previo a las nuevas exigencias y deseos, o los temores y angustias. Se cree que estar con el amado nos hace felices, pero no es eso, es que ha cesado al menos por un instante la necesidad del encuentro, de la unión. Puedo mencionar varios ejemplos más, como cuando se gana un concurso o un premio, un ascenso laboral, un ingreso financiero, o cuando se obtiene un objeto que se deseaba mucho.

Al instante que el deseo cesa, la plenitud se muestra. Por ello creemos que debemos resolver todos los deseos, porque en algún instante hemos saboreado la exquisitez de la plenitud. Y resulta que no se comprende que no es la obtención o el logro lo que otorga plenitud, sino el hecho de dejar el deseo de lado, porque una vez satisfecho, el deseo cesa liberando el espacio para que se muestre la plenitud. La plenitud es un aspecto inherente a Ser.

Aplicando esta explicación sobre la plenitud al tema de salir de una anestesia.

El expansivo amor, idéntico a plenitud, que emanaba al momento de despertar, no era efecto de alguna alucinación ni de mal funcionamiento neurológico, sino el resultado natural de ser, saber sobre este ser y no poner trabas. Ser luz y no interponer la sombra del deseo ni la sombra del miedo. Ser amor y no interrumpir con la idea de “yo quiero amor”. Ser belleza y no interferir con la idea de “¿cómo me ven?”. Ser pura observación y no haber juicios. Ser expansión sin el miedo a perder algo. Haberse desnudado de todo al momento de tirarse a la piscina, sin pesos, a pesar del susto, a pesar de la incertidumbre y la soledad, entregada absoluta y completamente, despojada de todo deseo ante lo irremediable, sin luchar, sin resistir, sin anhelo, sin nada absolutamente…. Así, el instante inmediato es expansiva luz de amor, plenitud silenciosa y a la vez festiva…. Y eso es lo que se llama renacimiento, realización, liberación. Sat-Chit-Ananda.

Desde el brillo de esta luz, siendo esta luz, puedo notar cómo el funcionamiento mental empieza a rearmar, mediante la memoria, todo el sentido de identidad.

Con amor,

Maria Luisa (o qué se yo)

¿Quién soy y qué es la persona?

bebé ML

(Carta enviada a B y que sirve para todos)

Poco a poco la comprensión va calando, va haciéndose cristalina.
Hay mucha programación almacenada, y aunque tú estás notando bastante, desarraigar toda la información almacenada es casi imposible.
El modo es buscar la raíz de todo.

No hay que matar a la mente, ni destruir los condicionamientos, sólo hay que conocerlos. (Te hablaré de esto más adelante.)

Pero principalmente hay que conocer de dónde surge la base: la sensación de ser yo.

Tú eres y de eso no cabe ni puede caber la menor duda.
Cuando supones que la persona es una ilusión, debes entender qué es la persona.
Cuando un bebé nace, hay ser pero aún no hay persona. La persona comienza cuando los padres le dicen una y otra vez: eres Pedrito, asómate al espejo y mírate. Ahí comienza la identificación con el cuerpo. A eso súmale que todo lo que se siente con el cuerpo, es uno mismo quien lo siente.
El cuerpo es el filtro con el que se experimenta el espacio (que rodea al cuerpo).

La persona entonces se sigue formando cuando los padres, la sociedad, la cultura, van imprimiendo conceptos sobre la moralidad, los modos de ser, etc., y se van modelando esquemas de comportamiento. Estos se van convirtiendo en patrones que se van arraigando con fuerza, condicionamientos.
Estos condicionamientos marcan el funcionamiento de la mente, y esta se convierte entonces en el filtro para interpretar el acontecer.
Ni qué te digo sobre los aspectos psicológicos que van marcando emocionalmente la manera de ser, de interpretar y de comportarse.

La identificación con el cuerpo, con las ideas y con las emociones típicas, conforman la persona. Pero además, las características físicas, el nombre y la historia (personal). Lo que dice tu carnet de identidad.

Como facilmente verás, la persona es un añadido sobre el ser.
Lo que mira a través de tus ojos no es la persona, lo que escucha a través de los oidos, siente a través de la piel, degusta, saborea, huele…. esto no es la persona… es el ser que eres…. y el acto de conocer estas sensaciones es conciencia. Eres consciente de dichas sensaciones.

Lo mismo aplica para los pensamientos y las emociones. ¿Quién conoce el movimiento del pensar, las ideas, las imaginaciones? No es la persona, sino el ser, Sí mismo… por medio de Conciencia.

Sucede que ante un acontecimiento, el proceso mental aplica interpretaciones. Si no te das cuenta de esto, si no conoces los condicionamientos, estos funcionan como filtros que afectan las interpretaciones de modo automático. Pero si conoces dichos condicionamientos, podrás notar cómo interfieren para generar conclusiones acerca de cualquier cosa o suceso.

Por tanto… la tarea es descubrir (sacar el velo que cubre)… descubrir lo que eres realmente. Ser Conciencia Plena.

La persona no se va a ningún lado… sigue existiendo el carnet de identidad, siguen existiendo los recuerdos, siguen existiendo los condicionamientos… pero estos últimos, ante la luz del entendimiento, de la comprensión, pierden la fuerza y pueden o no influenciar las conclusiones que saques acerca de lo que pasa en tu vida.

La mente no va a dejar de funcionar definitivamente, ni tiene que hacerlo. La mente es un funcionamiento que tiene ciclos. La mente, es decir, el proceso de pensar, es observable, y se puede notar que es intermitente, viene y va… a veces está más activo, a veces está más quieto, a veces simplemente no está. Nota desde dónde observas este proceso… desde Sí mismo, Ser Conciencia… y la Plenitud es revelada.

Maria Luisa

Sucede en mí

camino al infinito

Tú crees que comenzaste a andar en este mundo y que llegarás al final del recorrido llamado muerte. Crees que apareciste en el mundo.

Veo que el mundo ha aparecido en mí, aparece un sentido de estar dentro del mundo, y este sentido o sensación o idea también aparece en mí.

Soy infinito mar de Conciencia indiferenciada, plena de contenidos y posibilidades. En mi omni –potencia, entre otras cosas, puedo experimentarme de modo diferenciado, y a su vez experimentar cualquier posibilidad.

Todas estas posibilidades son infinitas, pero para poder manifestarme y experimentarme recojo cierto grupo de ellas, que son como semillas. Estas semillas son, por ejemplo, el país, la cultura, el momento, la familia, la genética, etc., que se reunieron al momento del surgimiento de mi expresión.

En mí, Conciencia Pura, ocurre el movimiento, y este movimiento forma funcionalidades conscientes, que, para facilitar el entendimiento, dividiré en tres: el cuerpo, la mente y las emociones. Tres modos de percepción que permiten diferenciarme, dándome identidad y separándome del mundo donde voy a experimentar.

El cuerpo filtra la percepción a través de los sentidos, permitiendo experimentar el espacio. La mente concibe y forma conceptos, pasando de la abstracción a lo concreto, formando el tiempo y la causalidad. Las emociones permiten la pulsión de vida que relaciona las percepciones sensoriales con las interpretaciones mentales.

Desde mí, presencia eterna de pura conciencia, soy consciente de ser, consciente de las sensaciones, pensamientos y emociones, y ocurre algo increíble: me identifico con el cuerpo, me defino con las ideas y me olvido de mi verdadera naturaleza. Paso de la plenitud al sufrimiento, a la carencia y limitación, y observo este acontecer que se manifiesta en mí, como si hubiera que lograr en algún momento imaginado, la felicidad. Sucede el ego.

Maria Luisa

¿Existe el Pasado?

Miguel Andrés Feb 2017

Cuando piensas en el pasado, creas el pasado. Aparte de esto no hay ningún pasado. Toda creación acontece siempre ante la presencia que es sólo en el presente. Lo llamamos pasado porque da sentido a la historia y decimos que pasado es un acontecimiento previo a otro. La linealidad temporal sólo tiene sentido cuando sostenemos una historia en la conciencia… como la continuidad de imágenes que arma el film de una película. Una película sólo se puede ver en el presente, lo demás es recrear una interpretación contenida en el enorme archivador consciente que llamamos memoria.
No asumas que hay una obligación de permanecer en el presente… es imposible salirse del presente. La arrogancia, típica de suponernos el hacedor, pretende que estamos haciendo esfuerzos para que las cosas se den, cuando en verdad todo se está dando natural y espontáneamente.

Maria Luisa