Impulsados por los deseos – 9 de Noviembre 2016

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Los griegos opusieron la categoría de pasión a la de acción, entendiendo por pasión una alteración del “alma” que se siente pasivamente, de este vocablo derivan paciente o patología. Como el enfermo, el apasionado sería víctima de una acción externa a sí mismo compuesta por fuerzas extrañas sobre las cuales no puede ejercer ningún control. Claro que el Ser es antes del mundo, antes del cuerpo y de la mente.

La mente y las emociones cambian en cada persona, lo único posible es aceptar la facultad de conocer nuestra identidad, sin embargo, esto trae consigo el aceptar que todos puedan pensar y expresar sus pensamientos, una cuestión necesaria de igualdad.

Los deseos, como nubes que cruzan el cielo, van dejando huellas en la mente. Esas huellas se reconocen cuando uno las ve. Los deseos son una de las tantas cosas que cruzan por la pantalla de la conciencia, y muchos sentimos fuerzas internas que nos impelen a satisfacerlos. Otros, los realizados, no sienten esos impulsos, están libres de esa pulsión.

Sabemos que los deseos generan muchos pensamientos y estos ocultan nuestra verdadera naturaleza interior. De por sí, los deseos no son equivocados, ellos apuntan a cumplir con las fuerzas impulsoras de la vida. Sin embargo los deseos que ocultan nuestra naturaleza auténtica, que es dichosa, inmortal y eterna, son inadecuados, y cuando se aniquilan esos deseos, el conocimiento de la realidad absoluta se evidencia. Cada cual tiene deseos pero ellos no construyen su verdadera identidad. Lo adecuado es conocerlos, quedando pendiente el saber quién es el conocedor de ellos.

Aquí el apuntador es el espejo que muestra claramente la ilusión que uno tiene, la ilusión es el deseo presente en nosotros. De ese modo estamos inspirados a mirar hacia dentro, o buscar un cambio, pero el cambio en sí mismo no ocurrirá simplemente por entender a alguien. R.Malak

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